jueves, 6 de marzo de 2014

Persiana, Sábana y Sudario

Credo.


Se abre la persiana de nuevo. Como se abre la de una cochera o la de una tienda al despuntar el sol en primavera. El polvo rellena una atmósfera meticulosamente bucólica. Olor a cerrado, a memoria rancia, a terciopelo, a cera y a ponche. Entran los rayos de luz de nuevo en el espacio reservado de la mente. Y como una madre cuando sacude una sábana, queda limpio el lecho para poder echarse a dormitar de nuevo y dejar que fluyan las sensaciones.



Amigos, se abre de nuevo la bodeguilla del Cirineo.





Un escalofrío divino recorrió la espalda de ese que descubrió el rostro del mismísimo Jesús, plasmado en una tela, después de hacerle una fotografía, a nivel amateur, un día del mes de Marzo, en el año 2014, en Zaragoza. Cualquiera que haya visitado el Museo Diocesano de Zaragoza sabe a qué me estoy refiriendo.

Es la misma sensación que tuvo Secondo Pía en Mayo de 1868, en Turín. Un escalofrío de pura verdad. Una revelación de autenticidad, lo increíble te abofetea despertándote de un extraño estado de letargo espiritual. Y, como Pía, el visitante del siglo XXI, habituado a los efectos especiales  de las películas de Hollywood, a las exageraciones, las mentiras y otros engaños visuales de la técnica, abre ojos y boca formando una triple O, donde entran moscas. Y caes de rodillas, y miras al cielo, y crees.





Secondo Pía
Placa trasera





No será en este rincón donde razonemos las numerosas demostraciones científicas, ni donde las pongamos en duda. Para ello, un número aún mayor de ensayos, y eruditos, llevan tiempo dedicado. Tan sólo tecleando en cualquier buscador podrá usted encontrar la senda casi infinita que trata este tema. Y ya sabemos que todos los caminos conducen a Roma, en este caso, a Turín, y más concretamente, a Jesús.

Son tantos los caminos, tantas las razones, tantas las casualidades, tan obvias, tan trabajadas, tan sorprendentes, tan increíbles, bellas, infantiles, que después del aturdido y necesario momento de reflexión, no queda más que un sudario ocre, y la Fe.
La Fe, y la Ciencia, tan enfrentadas y opuestas, se dan la mano en este misterioso caso, sin duda el más estudiado de la humanidad. Imagino que tanto tiempo de investigación por parte de la ciencia, intentando demostrar la resurrección, la desaparición física de un cuerpo, la vida más allá de la muerte, tiene como objetivo la relajación en la investigación de la cura de las enfermedades.







Santo Sudario de Oviedo, Santa Faz de Alicante, Santo Rostro de Jaén, o una verónica del mismísimo genio de la Puebla del Río, son muestras de lo cerca que estamos de ver físicamente lo divino.

En el mundo del cine, muchas veces se ha tratado de mostrar la vida y muerte de Jesús, nunca como en La Pasión de Cristo se mostró tal realismo. En el mundo de la pintura sería imposible definir algún magistral ejemplo, no por el capital pecado de la pereza, sino por el magistral e incontable trabajo de los maestros del pincel. La literatura, la música, incluso el teatro, obligado enemigo de la Fe, ha hecho marca en estos temas. La escultura, cuyos maestros a golpe de gubia han tratado de otorgar tres dimensiones al sufrimiento de nuestro Jesús, y cada talla recibe el calor, el polen, el carbono y a veces la lluvia de nuestras calles.

Pero las diferentes manifestaciones artísticas, históricas o demostraciones científicas no han llegado a plasmar ni demostrar la verdadera existencia de Jesús como lo hacen cada año los miles de congéneres del hijo de Dios que participan de la Semana Santa. Tan sólo de esta manera puede demostrarse la resurrección del niño que nació en Belén y que nos enseño qué es ser Humano. Cada año, miles de ciudadanos sienten dentro de sí una alegría sin igual difícilmente explicable, una energía poderosa que une a las gentes de diferente condición, y les hermana. Eso es humanidad.


Y ahora, despejemos nuestras cocheras, trasteros mentales, corazones resfriados y ojos legañosos, que nos quedan cuarenta días para empezar nuestra fiesta.


La fiesta donde sacamos a pasear nuestros sudarios limpios, sin manchas, y en la que sacaremos miles de fotografías donde aparecerá la imagen de Jesús.

La fiesta de la humanidad...  creo yo... credo yo.
















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