miércoles, 5 de abril de 2017

Sangre, General, y un cuaderno.



A las puertas de la Semana
que todos esperamos,
para llamar otro año más.
Cuatro centenas quitando las cadenas
 de las puertas del alma ,
procesionando y manteniendo,
peleando, recogiendo cuerpos,
balas esquivando.
Enseñando a rezar en la calle,
 Inmensa labor pastoral,
la que viene haciendo,
La Sangre de Cristo en Zaragoza,
desde hace cientos.


Una silla de madera, plegable que había costado dos boletos de nosecuantas pesetas. los boletos eran verdes, como de esos del cine. Un pirulí de caramelo, al lado de mi abuelo, sentado, esperando.
Tenía un cuaderno de notas, que "blog" llaman ahora, de espiral, octavilla y cuadros. Un bolígrafo bic que no era ni naranja ni de cristal, era de propaganda. Calor. Viernes Santo y yo era niño. Plaza del Carbón. Eran los años  80 . Dibujé , y escribí todo lo que pasó delante mío aquella tarde, y lo que no me lo inventé.
Delante nuestro se aparecieron todos los misterios de la pasión, muerte, más muerte, y resurrección de Cristo nuestro señor. Claro, era la General.
Después, cuando lo contara en Jaén, me dirían que en Úbeda también la hay, pero no tan grande, remataba. Porque está aquí, en mi cuaderno, lleno.
Pintaba los estandartes, colores de los hábitos, instrumentos, describía los pasos. Y por fin tenían orden. No entendía por qué un lunes pudiera ver un crucificado si murió un viernes. La Cena el miércoles, no? Con, el Huerto, y Preso y azotado el jueves, ya de madrugada lo llevaban al Calvario, donde el Cirineo le ayudaba. Pero ahí estaba el orden.

Y por último, una cama. La gente en pie para ver al Señor de Zaragoza, que no era el hombre que saludaba con la mirada, media sonrisa y llevaba una banda roja cruzada con el escudo de la Muy Noble y Muy Heróica.
El señor de Zaragoza iba postrado en una cama, con manta. Amorosamente acostado y cubierto, como sólo una madre puede hacer cuando tapa al hijo febril una noche de invierno.
Unos hombres de negro, lo protegían. Y esa imagen helaba la sangre, porque infundía respeto por si misma . Respeto y silencio.
Ese hombre estaba ahí, humano, muerto.
No oía los tambores, Él seguro que sí.

Y prometí acompañarle un día . Mi abuelo, jiennense, me dijo que si acompañaba al Nazareno de mi pueblo era lo mismo, que eran la misma persona. No lo entendía. Ni yo.

Este Viernes Santo le acompañaré por primera vez, treinta años después. Desde el misterio del Descendimiento, que sacaran los Luises años ha, protegidos por la multitud, de la multitud.

Ya no hay ni abuelo, ni cuaderno.

Pero hay "blog".

Y cuando todos nosotros no estemos si quiera, Él seguirá ahí en su cama . Sus Hermanos custodiándolo.

 Helando la sangre para hacernos pensar a todos.

Escuchando el eco de los tambores, que suenan porque esta Hermandad originó esta pasión de la que disfruta la inmortal Caesaraugusta.

 Ellos son   La Sangre de Cristo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario