sábado, 17 de febrero de 2018

La vida de los otros.




Lleva atados los cordones de las botas y el pelo peinado patrás.
No le quedan ya suelas en las botas, ni casi pelo.

Clarea y le calientan por fin la piel los primeros rayos de sol. Este es su momento favorito del día, antes lo lloraba mucho, demasiado. porque el sol le decía que todo era cierto y empezaba un nuevo día. Odio a querer que amanezca. Pero ahora se tapa de nuevo con la manta, que tiene una,  y se concede un ratito más. Como cuando era niño. fue niño, y ahora vuelve a serlo.
Los niños tienen el poder de jugar con el tiempo como si fuera plastilina, y él lleva un tiempo jugando con ese poder, que nadie intuye.

Algunos sapiens que le miden bien temprano no le dan buenos días, si quiera, por no despertarlo, se ve. Hay que ser educados.

Guarda sus cosas con celo, como una madre que pliega el ajuar de la hija. Manos a los riñones para estirarse, buen bostezo. Ve una ardilla acercarse. Le sonríe y saluda.  Él, no la ardilla , que esto no es Disney. No está mal el parque. Si observas bien. Aunque no veas bien. Un perro se acerca, que no te acerques, le dice el dueño.  Al de Asís se le acercaban así.

Y ya está en marcha de nuevo, otro día más, con su paso racheao, poquito a poco, y todos sus compañeros por igual. El paso decidido, firme y lento que les acerca al vaso caliente de café y al bollo.
¿ Quién no quiere desayunar calentico después de levantarse? Y su charla, y su dominó, y su bronca si hace falta con el amigo que lleva con el peridódico tanto que pareciera de ayer ya. Sus doce amigos, no conoce a más. Aunque allí sean docenas.

Entonces el largo caminar de su procesión, de sus estación de penitencia que no pidió, condiciona el peso de sus cansados hombros. Busca miradas que le esquivan, se siente invisible entre el bosque de cemento y plástico. Descansa entre los contenedores, el incienso de los tubos de escape le acompaña, y alivia el vapor que le precede. Se relame ante los escaparates de las pastelerías. Este niño sin calcetines nuevos simplemente pasa, o ya dejó de pasar. O espera paciente encontrarse con el Señor. Aquél que también vivió el desprecio de los suyos.

Ya le dicen los tobillos que es tarde, vuelve a parque, su huerto de olivos particular, a otro banco, a su sala de estar. El otro era el dormitorio, claro está.

Respira profundo viendo el caminar del rió, que es la vida, y termina en la mar.


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